
Entrevista
Es Alcamar de Tumbes. Cecilia Badilla Olate, Alcalde de Mar de Tumbes, presta un servicio público dependiente de la Autoridad Marítima que, básicamente, consiste en la fiscalización de la actividad de pescadores artesanales. Lo consigue través de los controles de los zarpes y recaladas de embarcaciones a remo o a motor, que operan en aguas interiores. Otorga, en promedio, 20 autorizaciones diarias en invierno y 50 en verano.
Tumbes, la caleta en que ha vivido sus 55 años, está ubicada en la zona centro sur del país, en la comuna de Talcahuano, Región del Biobío, en la Boca Chica de la Bahía de Concepción.
Asumió en 2002 después de consultar a la Armada si una mujer podía postular a ese cargo. Le respondieron afirmativamente aunque en forma coloquial, después que cumplió requisitos, y fue nombrada, un oficial le preguntó “si sabía en lo que se estaba metiendo”. Ella tenía consciencia de la responsabilidad que asumía y aunque la necesidad de trabajar con una remuneración era un incentivo, también lo era demostrar que una mujer podía realizar la función que la mayoría de sus congéneres y varones de la caleta entendían “como cosa de hombres”.
“Sentí reticencia, opiniones y comentarios poco favorables, más de las mujeres incluso. Habrá que reconocer que muchos desconocían que una mujer podía desempeñar este cargo. A los pescadores que preguntaban ¿cómo una mujer Alcamar? les decía ´usted es padre, tiene hijas mujeres, se están educando ¿ por qué esa crítica?”, recuerda Cecilia reconociendo que, lamentablemente aún hay cuestionamientos solamente porque es mujer: la mentalidad humana evoluciona poco, reflexiona.
De todas maneras lo ve como pasado porque el día a día es intenso: debe registrar los zarpes, viendo que se cumplan todos los requisitos que existen para navegar y pescar, mariscar o recolectar. Que la embarcación tenga todo lo necesario para la sobreviviencia, contacto en tierra, documentos ( del Servicio Nacional de Pesca) autorizando especies a capturar y más exigencias. Aún así ocurren casos como el de un pescador que navegó solo y era hipertenso y sufrió una crisis que le costó la vida. O el evento del “Cariñoso”, bote que estaba con dos hombres a bordo y un buzo en las profundidades cuando un tumbo de agua lo volcó. El buzo, afortunadamente, fue alertado por su equipo de que debía emerger porque le quedaba poco oxígeno y lo hizo sin hallar a nadie en superficie. Logró sobrevivir. No así los ocupantes de la lancha.
Pero, más allá de su labor de fiscalización, Cecilia se ha impuesto enseñar a pescadores y pescadoras artesanales pequeños, que son los que atiende, a valorar su oficio: “a pescadoras y recolectores les digo que lean con atención su tarjeta que indica Pescador Artesanal, que no se apoquen. Les digo que son personas y trabajadores que son un aporte como tales, que tienen que tener orgullo de eso, valorarlo y valorarse y ocupo tiempo y palabras explicando la importancia de que aunque tengan su Registro como Pescador Artesanal deben cumplir todas las leyes y obligaciones e ir al Servicio Nacional de Pesca a obtener la autorización de qué especies pueden pescar o recolectar, aunque sea algas. Que sólo así se les abrirán todas las puertas y les digo que la pesca artesanal es de gran importancia”, explica.
Y así, un día con otro, fiscaliza zarpes, controla vedas, prepara para la revista de seguridad a que en forma regular son sometidas las embarcaciones, mantiene minuto a minuto el informe de condición de tiempo actualizado y de todo informa en comunicados que pega en las ventanas de su oficina, al lado del Muelle Artesanal y bien cerca de la imagen de San Pedro, patrono de los pescadores.